Emprender es a todas luces un “deporte” de alto riesgo y un sinsentido probabilístico, señala Marcelo De Fuentes.
Es prerrogativa de un loco decir verdades que nadie más dirá”: William Shakespeare.
A 35 años de mi primer emprendimiento me declaro oficialmente loco y, si me lo permites, me atreveré a decirte algunas verdades que pocos reconocen y pudieran incomodar, pero deseando que sean útiles si has decidido transitar por el nada fácil camino de ser empresario. Para lograr mi objetivo, me comprometo a tres cosas muy concretas: hacer un breve análisis de la problemática, desarrollar el por qué hoy puede ser distinto y ofrecerte una solución.
Partamos de un hecho que, hasta ahora, parece inevitable: 7 de cada 10 empresas no logran llegar a los cinco años de operación. Es decir, emprender es a todas luces un “deporte” de alto riesgo y un sinsentido probabilístico.
Y la primera pregunta obvia es: ¿por qué tan dramática estadística?
Un problema complejo de esencia no tiene solución única y abre un amplio espacio para discernir hasta llegar al punto de partida con pocas y no contundentes respuestas, pero en los emprendedores, así como en pequeños y medianos empresarios, siempre hay un elemento en común: la falta de información financiera clara, sencilla, oportuna y contextualizada.
Analicemos, cuando estás en esta etapa de tu vida profesional:
– Los estados financieros están en el fondo de tu escala de prioridades; tu mente, cuerpo y alma están concentrados en hacer que tu retoño tenga vida y logre cierta estabilidad.
– La administración es más intuitiva que metodológica, en donde el cuánto tenemos en caja y cuánto debemos son el pulso.
– El contador (o despacho externo de contadores) funge principalmente como el vehículo de medios de pago y cobro, así como de declaraciones fiscales y normalmente son portavoces de malas noticias: “ya no tenemos dinero”, “mañana es pago de impuestos”, etc.
– La información de los estados financieros le pertenece al negocio y están en su propia base de datos aislados de los de otras compañías, complicando la generación de un análisis comparativo y contextual.
Los tiempos que vivimos serán condescendientes si nos atrevemos, pero implacables si nos apegamos. Ya sabemos que el monolitismo en el manejo de los estados financieros de las empresas los hace poco claros, inoportunos y, sobre todo, no contextualizados, pero hoy existe un elemento que nos permite dar un golpe de timón, cerrar esta etapa para siempre y abrir un espacio que maximice la probabilidad de éxito: la convergencia tecnológica.
Específicamente me refiero a dos elementos cuya utilización, si bien no tan reciente como muchos creen, sí con crecimientos potenciales en últimas fechas que nos han permitido ganar dominio en la técnica: blockchain e inteligencia artificial.
El primero se encarga de dar transparencia, certidumbre, credibilidad y, sobre todo, seguridad al océano de datos con los que una empresa cuenta. No podemos olvidar que son los datos confidenciales de nuestras empresas los que ahí habitan y son la materia prima para la elaboración del combustible que detona y potencia al segundo elemento, la inteligencia.
Pero ¿de qué sirve tanta materia prima si no logramos hacer el mejor combustible del mundo? La inteligencia artificial (AI), específicamente machine teaching, hace que cada interacción y cada nuevo integrante de este ecosistema se convierta en inteligencia que todos compartimos y de la cual nos beneficiamos; las redes neuronales hacen que la velocidad y profundidad del aprendizaje adquiera niveles cuánticos.
¿Absurdo?, un poco; ¿imposible?, de ninguna manera; ¿emocionante?, al máximo. Hoy sabemos que tener información contextualizada y oportuna maximiza las posibilidades de éxito; también sabemos que la convergencia tecnológica nos lo permite.
Abrí este texto con Shakespeare y quiero cerrarlo con el genio de Alexandre Dumas y su frase “El orgullo de quienes no pueden edificar es destruir”. Hasta hoy, los empresarios emprenden “Un viaje fantástico (Kon-Tiki)”, literalmente apórico, en el que, como Thor Heyerdahl y su tripulación, tienes claro el sueño, el rumbo y el destino, pero no necesariamente cuentas con los elementos que maximicen la posibilidad de llegar a buen puerto; y si podemos estar de acuerdo con esto, entonces toma sentido el afirmar que algo tenemos de locos y absurdos quienes creemos que nada es imposible cuando el objetivo es construir.